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«Las leyendas barojianas hay que mirarlas con lupa»
«Las leyendas barojianas  hay que mirarlas con lupa»
MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ ESCRITOR

«Las leyendas barojianas hay que mirarlas con lupa»

Baroja no pasa de moda. Coinciden en las librerías la esperada novela sobre la Guerra Civil y una biografía

PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA

Domingo, 14 de mayo 2006, 02:00

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Miguel Sánchez-Ostiz ha escrito una biografía que resulta a un tiempo exhaustiva y amena. Pío Baroja, a escena (Espasa) es un grueso volumen en el que el autor navarro completa su visión de Baroja, un escritor al que ha dedicado varios trabajos. Además, Sánchez-Ostiz se ha encargado de la edición de Miserias de la guerra (Caro Raggio), la novela inédita de Baroja sobre la Guerra Civil.

- Baroja parece indestructible. Resiste los ataques de sus detractores y la devoción de los barojianos. ¿Dónde radica su encanto?

- Bueno, de entrada le diré que yo no dije nunca que fuera 'indestructible', como se ha dicho. Esa expresión, así como tremebunda, no es de mi cosecha. Es una enormidad. Nadie ni nada lo es. Baroja tiene la suerte de que su obra todavía le sobrevive y que él mismo, como personaje literario, todavía suscita curiosidad. Ya veremos hasta cuando. Ese encanto al que usted se refiere está precisamente en su capacidad de conmover, de emocionar y de sacar de quicio a sus lectores, que los tiene, aunque también tiene teóricos del prejuicio, que no lo leen y hablan de acuerdo con los prejuicios que suscita el personaje, que es, a día de hoy, de lo que más se habla, .

- Afirma preferir al Baroja que, siendo un niño, fantaseaba con ser Robinson Crusoe. Es el Baroja más luminoso, el de las novelas de aventuras.

- Pues igual, no sé. Era un aventurero pasivo que se entusiasmaba con lances de acción que no iba a vivir jamás. A Baroja, la acción le arrolló siempre, ya fuera en Tánger o en la carretera de Pamplona a Irún. Fuera de su gabinete y de su rutina doméstica se sentía perdido sin remedio. Desde ahí, desde esa vida rutinaria y mansa están escritas páginas llenas de emoción protagonizadas por hombres de acción hacia los que manifiesta una admiración sin límites.

- Para muchos, el mejor Baroja es el de las memorias: un personaje francamente vidrioso. Da la impresión de que su celebrada personalidad era más bien una patología.

- Como no tengo formación de psiquiatra no voy a arriesgarme a hablar de patología, aunque me gustaría que empezáramos a aclararnos con algo: esas 'memorias' no son unas memorias ni mucho menos una autobiografía, es otra cosa. De colección de recuerdos y de gavilla de opiniones contundentes con mucho de ajuste de cuentas y poca o nula puesta en claro personal, no pasan. El personaje que aparece en esas páginas enjaretadas a base de retazos, con más sombras que claros, no es que sea vidrioso, es que es complejo a fuerza de aparecer de una manera mucho menos clara y más parcial de lo que parece.

- A Baroja le preocupaba mucho lo que dijeran de él y, sin embargo, alimentó el mito del hombre malo de Itzea.

- Creo que fue a su pesar. No soy el primero que señala que Baroja se quedaba asombrado del efecto que tenían sus franquezas, sus 'boutades' y sus intemperancias. No se va impunemente contra corriente. Y mucho menos cuando se depende tanto como él de las opiniones ajenas (cosa que se ve de manera asombrosa en sus 'memorias': no pasó una), a las que dio muchas vueltas. Y yo no sé qué es lo que hubo de cierto en esa leyenda del hombre malo de Itzea que ha tenido tanto éxito. Que en 1913 ó 1914 la gente corriente del pueblo de Bera estuviera al tanto de las majaderías del padre Ladrón de Guevara, sólo se lo creen los que no tienen costumbre de reflexionar. Las leyendas barojianas hay que mirarlas con lupa.

- Se diría que Baroja temía mostrarse vulnerable. Nunca habló de episodios dolorosos, como la muerte de su hermano Darío.

- Claro que temía mostrarse vulnerable, porque lo era. De hecho le herían auténticas minucias. El que no hablara, de ciertos episodios, afectivos o familiares, fue más por timidez y por pudor, que por otra cosa.

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